Alicia Alonso *XII 21 1920 La Vida Que Das / The Life You Give

Alicia Alonso era la bailarina más icónica de América Latina.
Fue una de las más reconocidas bailarinas de ballet y coreógrafas del mundo, cofundadora del BNC y responsable de entrenar a varias generaciones de bailarines durante la revolución cubana.

Alonso también participó en la fundación del American Ballet Theatre en Estados Unidos y hasta el final de sus días se mantuvo al frente del BNC.

Conocida como Prima Ballerina Assoluta, recibió también el Premio Nacional de Danza en Cuba y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en España, entre muchos otros reconocimientos como el grado de Oficial de la Legión de Honor, que le otorgó en 2003 el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac.

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En 2015, el gobierno de Cuba decidió ponerle su nombre al Gran Teatro de La Habana.

Alonso se destacó internacionalmente por la calidad de sus interpretaciones, que aún hoy siguen siendo de referencia.

Con apenas 19 años, la visión de Alicia Alonso comenzó a deteriorarse y se le diagnosticó desprendimiento de retina.
“Desde muy pequeña estuvo obsesionada con la representación artística de la belleza”, señala Will Grant, corresponsal de la BBC en La Habana.

Alonso hizo su debut como bailarina en “La Bella Durmiente” de Tchaikovsky y, a los 16 años de edad, se casó y se mudó a Nueva York, donde entrenó en la School of American Ballet.
Fue en Estados Unidos donde comenzó su consagración. Sus talentosas interpretaciones, especialmente en la obra Giselle, recabaron el aplauso unívoco de la crítica: había nacido una estrella.

Sin embargo, su prometedora carrera se tropezó con un gran obstáculo: en 1941 fue diagnosticada con desprendimiento de retina.

Pese a ser operada quedó parcialmente ciega, pese a lo cual continuó bailando con la ayuda de sus compañeros y de luces en el escenario que le servían de guía.

En 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, Alonso regresó a la isla y, con la bendición de Fidel Castro, estableció el Ballet Nacional de Cuba, donde ella no solo hizo carrera sino que estableció escuela.

Alicia Alonso logró lo que muy pocas bailarinas clásicas en el mundo: convertirse en un símbolo popular, referente de toda una cultura.

Es cierto que en Cuba el ballet tiene un público numeroso y entusiasta, pero también lo es que millones de personas en el país nunca han visto El lago de los cisnes o Giselle completo, o han visitado uno de los teatros donde se programan estas obras.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los cubanos —independientemente de su nivel cultural, su orientación política o su ubicación geográfica— saben de Alicia Alonso.
Y más allá: muchísimos de ellos se sienten orgullosos de saberla su compatriota.

Es casi un lugar común escuchar decir en Cuba que Alicia Alonso fue la mejor bailarina del mundo, por más que resulte complicado (hasta imposible) establecer esa jerarquía en la práctica.

Y hasta hace poco, algunos todavía se preguntaban, inocentemente, si Alicia seguía bailando.

Es que ninguna artista cubana recibió más reconocimientos, ninguna apareció más en la prensa, la radio y la televisión locales, ninguna (al menos entre las que han residido en la isla) tuvo más repercusión internacional.
Y muy pocas vivieron tanto.

Gracias a Alicia Alonso, Cuba es uno de los referentes universales del arte de la danza.

Alicia Alonso bromeaba a menudo con que iba a vivir 200 años. Verla saludar en su balcón del Gran Teatro de La Habana (que también lleva su nombre) parecía confirmar su profecía.
Si a esa longevidad se le suman los frutos de su empeño y su talento, se podrá comprender la trascendencia de su obra: bailarina, maestra, coreógrafa, directora del Ballet Nacional de Cuba.

Gracias a Alicia Alonso, Cuba es uno de los referentes universales del arte de la danza.

Lo que para muchos era y sigue siendo un sueño inalcanzable (¿cuántas grandes compañías y escuelas de ballet hay en América Latina?) en Cuba se concretó.

Alicia siempre fue la figura principal de ese movimiento: ejemplo para los demás bailarines, inspiración para coreógrafos, músicos, escritores y artistas de la plástica.

Durante su recuperación de las operaciones de los ojos, los profesores le enseñaban movimientos de danza para los que se guiaba con los dedos.

Es que en 1959, fecha en que se relanzó la compañía que había fundado en 1948, Alicia Alonso ya era una estrella internacional del ballet: primera figura del American Ballet Teather, cabeza de cartel de los principales teatros del mundo.

En 1943 había protagonizado (en sustitución de Alicia Márkova) una emotiva función de Giselle en Nueva York. Con los años se consagraría en ese rol, hasta el punto de que muchos críticos la consideran la mejor Giselle del siglo XX.
Su otro gran ballet es Carmen, obra que su cuñado Alberto creó para la rusa Maya Plisetskaya y que ella hizo suya casi al unísono.

Todavía hoy, cuando la técnica del ballet ha evolucionado, las filmaciones de Alicia en los años 40 y 50 siguen admirando a los conocedores: el dominio del vocabulario, la limpieza de la ejecución, la vocación estilística, la fluidez en la concatenación distinguían a Alicia de muchas de sus contemporáneas.

El célebre coreógrafo George Balanchine concibió para ella una de sus más difíciles obras: Tema y variaciones, que se fue montando a partir de las posibilidades de la intérprete. No todas las primeras bailarinas de ahora mismo son capaces de asumir esa pieza con suficiencia.

Muchos críticos consideran a Alonso la mejor Giselle del siglo XX.

Las posibilidades técnicas de Alicia fueron la principal materia prima de la escuela cubana de ballet, una metodología de enseñanza que ella y Fernando Alonso (cofundador de la Escuela Cubana de Ballet y quien fuera su primer esposo) concibieron a partir de sus experiencias en compañías de los Estados Unidos.

Ya en Cuba, con pleno apoyo gubernamental, Alicia y Fernando crearon la Escuela Nacional de Ballet, que se convirtió en la cantera del Ballet Nacional de Cuba y que con los años ha graduado bailarines para muchas de las más importantes compañías del mundo.

Con Alicia a la cabeza, el Ballet Nacional de Cuba devino embajador por excelencia de la cultura cubana. Y también de la política de la naciente Revolución.

Algunos le cuestionaron a Alicia su cercanía con el sistema político del país y sus principales dirigentes. Ella siempre zanjaba los cuestionamientos afirmando que sin Fidel y sin la Revolución no se hubiera desarrollado el ballet en Cuba.
Ciertamente, las simpatías políticas de Alicia nunca fueron un secreto. Fue la primera prima ballerina americana que se presentó en el teatro Bolshoi durante la época soviética.
La ruptura de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, el diferendo entre los dos países durante varias décadas, significaron un cisma importante en la carrera de Alicia Alonso.

Hasta sus detractores reconocen en ella a la prima ballerina assoluta de Iberoamérica, el último gran mito del ballet del siglo XX.

Ella renunció a su posición como primera figura del American Ballet Teather, y no pudo regresar a los Estados Unidos (país en el que había residido por largas temporadas) hasta varios años después.

Pero siempre insistió en mantener sus contactos con el movimiento norteamericano de la danza, razón por la que muchos bailarines y compañías estadounidenses se han presentado en Cuba.

La vida de Alicia Alonso estuvo marcada también por otros sacrificios. Un desprendimiento de retina hizo recomendable que dejara de bailar en su juventud, pero ella prefirió seguir su carrera.

Como resultado, la bailarina sufrió una pérdida progresiva de la vista, que la dejó prácticamente ciega. Hasta el punto de que en muchas oportunidades apenas podía distinguir las luces y las sombras sobre el escenario, lo que no menoscababa el vuelo y la calidad de su arte.

Su gran apego a la gran tradición clásica (a la que incorporó elementos del acervo cubano) marcó la línea estilística de la compañía que dirigió buena parte de su vida.

De hecho, muchas personas consideran que cerró las puertas a tendencias más contemporáneas del ballet, y que impidió que no pocos bailarines cubanos explotaran al máximo sus potencialidades.

Algunos bailarines que se establecieron en otros países le señalaron rasgos de autoritarismo y otros afirmaron que el Ballet Nacional, por su organización y el estilo de dirección, era una metáfora del sistema político cubano.

La bailarina sufrió una pérdida progresiva de la vista, que la dejó prácticamente ciega.
Pero es difícil ignorar sus merecimientos. Sus versiones coreográficas de algunos de los grandes clásicos fueron bailadas por la mismísima Ópera de París. Los públicos de casi todos los continentes aplaudieron sus interpretaciones. Los mejores poetas, pintores y músicos de Cuba le rindieron homenaje.

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, su nombre de nacimiento, Alicia Alonso para la historia de la danza universal, ganó un título que sin ser oficial nadie le discutió nunca en Cuba: la artista nacional.
Hasta sus detractores reconocen en ella a la prima ballerina assoluta de Iberoamérica, el último gran mito del ballet del siglo XX.

Fuente: BBC

Alicia Alonso, born Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez y del Hoyo, on December 21, 1920, in La Habana, Cuba, was the ballerina highly regarded for her convincing portrayals of leading roles in the great works of classical and Romantic ballet. She was best known for her lively, precise Giselle and for her sensual, tragic Carmen.

Her dance studies began in childhood with flamenco lessons in Spain. Later she studied ballet in La Habana, where she met fellow dancer Fernando Alonso. Soon after he moved to New York City in 1937, she joined him, and the couple subsequently married; they divorced in the mid-1970s. At age 17 she enrolled in the School of American Ballet, though she took a brief break to have a baby in 1938. That year she made her stage debut in the musical comedy Great Lady, and in 1939 she joined George Balanchine’s Ballet Caravan.

In 1940 she moved to the newly formed Ballet Theatre (later American Ballet Theatre), but after one year she was forced to leave because of eye problems — a difficulty that persisted throughout her life and eventually left her nearly blind. Alonso returned to Ballet Theatre in 1943 and danced the lead in Giselle, remaining with the company for five years. She then began to tour as a guest dancer, often with partner Igor Youskevitch. In 1948 she cofounded (with her husband and his brother, Alberto) the Alicia Alonso Ballet Company in Cuba, through which she became known for her artistry as a choreographer, which ranged from variations on classic works such as Swan Lake, to the comic ballet A Voyage to the Moon.

Over the next 14 years Alonso danced with many companies, including the Ballet Russe de Monte Carlo, from 1955 to 1959. Her own company was renamed Ballet de Cuba in 1955, but it closed the following year because of financial difficulties. In 1957 she became the first Western dancer invited to perform in the Soviet Union. After Fidel Castro came to power in Cuba in 1959, Alonso returned home and formed a new ballet company, Ballet Nacional de Cuba (National Ballet of Cuba). In addition to serving as its director, she continued to dance, though tensions between Cuba and the United States prevented her from performing in the latter country for a number of years. In 1995 Alonso gave her last public performance. UNESCO awarded her the Pablo Picasso Medal, its award for notable contributions to arts or culture, in 1999.
(Source: Britannica)

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